Acostumbro a mirarte a los ojos mientras fumo. Sin embargo hoy me han abandonado los interlocutores. Así, frente a mi tan sólo tengo postales familiares recortadas en marcos de plata. Mi mirada perdida y las pocas ganas de pensar. Observo mi última calada desde una perspectiva alojada en la ilusión de mis ojos. Es curioso como el humo tiende a alcanzar diversas formas. Primero tan sólo es un fino hilo extendiéndose hacia la infinidad de la atmósfera, después se masturba en poliedros concéntricos recalcando su circularidad. Altos techos italianos con huellas de nicotina, la horizontalidad del universo tumbado en un diván.
Soy un descreído, o eso creo. Soy un descreído porque cuando dan las noticias la gente pone cara de sorpresa, mientras yo sólo acierto a encoger los hombros. Soy un descreído porque cuando tu me hablas de amor yo sólo pienso en sexo. También soy un descreído porque me molesta que sólo te hable de la última noticia que ha salido en los deportes, o porque cuando digo que volveré pronto tu aún sigues esperando. Y sin embargo creo que sólo soy un descreído porque cuando pienso que te quiero... siempre acabo enredándome en mis dudas. Qué difícil es guardar la distancia adecuada.
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